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JuanL23
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Qué ver en Transilvania, tierra del Conde Dracula




Que ver en Transilvania, la tierra del Conde Drácula. Es la región más misteriosa de Rumania, a tan sólo dos horas en coche de la capital Bucarest, se alza en el centro del país rodeada por los montes Cárpatos. Un lugar perfilado por abruptas montañas, extensas autopistas vacías, profundos valles y espesos bosques envueltos en un aura enigmática.


En Transilvania historia y leyenda van de la mano. Conocer esta zona supone adentrarse en la tierra del príncipe de las tinieblas, Vlad III de Valaquia, más conocido como Drácula. Un hombre cruel, aterrador y temible que fue transformado en leyenda gracias al escritor Bram Stoker.


Pero una vez asimilada la historia convertida en mito, esta región se nos muestra llena de matices. Pasear por pintorescas ciudades como Sighisoara, recorrer hospitalarios pueblos como Bran, viajar por carreteras semi desiertas repletas de carros de paja tirados por caballos, son algunos de los encantos de “el país que se extiende más allá de los bosques”. Nos adentramos en Transilvania, una ruta tras las huellas de Drácula.

Bucarest, la ciudad secreta de Drácula

Un punto de partida ideal para realizar un viaje en coche por la región de Transilvania es Bucarest. La emergente y bulliciosa capital rumana ofrece un interesante primer contacto con el país gracias a su mezcla de arquitectura soviética, amplias avenidas e imponentes museos.


Aquí, empezamos a conocer al personaje histórico en el que Stoker se inspiró para crear a su famoso vampiro Drácula. En el Museo Nacional de Historia se expone un retrato de Vlad Tepes también conocido como Vlad Dracul (“el Empalador”).


Señor feudal del siglo XV, fue un tirano despiadado que empalaba, torturaba y decapitaba a sus víctimas. En el antiguo barrio de Curtea Veche se encuentran los restos del Palacio donde, según la tradición, mantenía a sus prisioneros en las mazmorras que había bajo sus cimientos.


Brasov, el “bosque de estacas”

Esta agradable ciudad es el destino más turístico de Rumania. Con un centro adornado por fachadas barrocas, bohemios cafés y una bella plaza, la de Sfatului, donde poder disfrutar de un momento de descanso en una de sus terrazas mientras se admira la Iglesia Negra.


Brasov es el centro de operaciones perfecto para recorrer la región de Transilvania. A un paso de los montes Bucegi y de las poblaciones de Rasnov y Sinania, es una ciudad animada que nada se asemeja a su oscuro pasado. Escenario mudo de una de las mayores y más sangrientas masacres perpetradas por Vlad Dracul.


En este lugar, realidad y mito se entremezclan, y el hombre y el vampiro se funden en uno. A finales de 1450, Vlad llegó aquí e hizo empalar a todo aquél que se negase a pagarle un tributo o comerciar con él. Convirtiendo el paisaje de Brasov en un conjunto de estacas dispuestas unas al lado de otras como si de un bosque tenebroso se tratara.


Bran, “el castillo del Conde Drácula”

A treinta kilómetros de Brasov se encuentra el famoso Castillo de Bran. Lugar en el que según dicen, Bram Stoker, escritor de la novela Drácula (1897), se inspiró para describir el hogar de su célebre vampiro Drácula. Un emplazamiento militar construido en el siglo XII sobre una colina que actualmente se ha convertido en la fortaleza más visitada de Transilvania.


Aunque el pueblo de Bran es bastante pequeño, durante la temporada alta se llena de turistas curiosos. Y su calle principal está repleta de tiendas de suvenires adornadas con crucifijos, ajos y pequeños vampiros tallados en madera. También hay puestos de comida callejera donde poder probar la cocina tradicional rumana.


Desde las sopas (ciorbă) de carne o verduras, el sarmale (hojas de col rellenas de carne sazonada de cerdo y ternera con arroz) a la mămăligă (masa de harina de maíz asada, cocida o frita que se sirve como acompañamiento junto a una variedad de quesos).


Sighisoara, la cuna de Drácula

La siguiente etapa del viaje es la encantadora Sighisoara. En el centro del país, a hora y media en coche desde Brasov esta ciudadela medieval repleta de coloridas casas y empinadas calles empedradas, Patrimonio de la Humanidad, es conocida por ser la cuna de Vlad Tepes.


Fue aquí, en el norte de los Cárpatos donde nació el temido príncipe en 1431. Frente a la plaza de la ciudadela se encuentra el monumento más famoso de Sighisoara, la casa de Drácula. Rodeada de tiendas de artesanos y viejos anticuarios, este edificio es actualmente un restaurante donde degustar platos como la “comida del Príncipe Drácula”, con aguardiente transilvano.


En Sighisoara la imagen de Vlad Tepes es un reclamo turístico como lo es la Torre del Reloj, de donde cada día, siete figuras se asoman para recordar que la medianoche ha llegado. Y es que aquí, el terror forma parte del folklore local.


Sibiu, más allá del “Conde Drácula”

La última parada en nuestra travesía transilvana es Sibiu. Con un llamativo casco antiguo, cualquier paseo por esta ciudad comienza en la diáfana y bulliciosa plaza Mayor, presidida por la torre del Consistorio.


Alrededor de la cual, se despliegan tejados salpicados de ventanas con forma de “ojos” localizados en pequeñas buhardillas. Por un extremo de la plaza se accede a una calle empinada que conecta la ciudad alta con la baja y moderna. Uno de los rincones más típicos y animados de Sibiu.


Esta zona de paredes desconchadas y calzadas de adoquines está repleta de galerías de arte, grandes portones de madera y coloridas fachadas que amenizan nuestro último paseo por la tierra de Drácula.


Transfagarasan Road, la carretera infernal

Encaramos el camino de vuelta a casa por la carretera de Transfagarasan que desde el sur de Transilvania atraviesa los Cárpatos hasta llegar a Valaquia. Noventa kilómetros de imponentes curvas cerradas que recorren el escarpado paisaje rumano.


Una última parada en el camino nos lleva a visitar la ciudadela de Poenari, un castillo en ruinas que el príncipe Vlad Tepes amplió para convertirlo en una fortaleza con cárcel donde torturar a sus prisioneros sin ápice de remordimiento. Este lugar, acogió en vida al príncipe de Valaquia, cuya historia se convirtió en leyenda.


Enaltecido por unos, juzgado por otros, hoy día, más de 500 años después de su muerte, su recuerdo continúa presente en el imaginario colectivo a través del vampiro más famoso de todos los tiempos, Drácula.






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