El reino animal nos sorprende de muchas maneras, y la inteligencia de nuestros compañeros peludos es un tema que intriga tanto a científicos como a dueños de mascotas. Tomemos como ejemplo a los gatos y perros. Al observarlos dormir, podemos notar sus movimientos REM: sus ojos se mueven, sus bocas y bigotes se estremecen, e incluso sus patas se agitan. Esto indica que sueñan, lo que plantea la pregunta: ¿qué tan compleja es la mente de estos animales?



Para soñar, se necesita imaginación, y sus cerebros parecen estar creando simulaciones mentales, donde quizás se ven corriendo tras una presa o huyendo de un peligro. Esto sugiere que sus cerebros funcionan como pequeñas computadoras, capaces de generar escenarios complejos.

Sin embargo, surge la pregunta: si los animales tienen esta capacidad, ¿por qué no son considerados inteligentes en el mismo sentido que los humanos? La barrera del lenguaje es una explicación, ya que no pueden entender ni comunicarse en nuestro idioma de la misma manera. Pero, ¿es esto suficiente para negarles la inteligencia?



Podría haber algo que limite el potencial de sus mentes. Y si pudiéramos desbloquear su inteligencia modificando sus cerebros, ¿qué descubrimientos podríamos hacer? ¿Qué podrían decirnos sobre su mundo y sus pensamientos?

Esta idea nos lleva a reflexionar sobre la inteligencia animal y cómo podríamos redefinir nuestro entendimiento de su mente y sus capacidades.